Lejos han quedado aquellos oradores perfectos, ideales, delineados con trazos firmes y exigentes, con energía y viveza, que cautivaban a su auditorio haciendo un perfecto uso de la palabra. Lejos aquella “ciencia del bien decir”, aquel “arte del bien hablar”, que instruía a las clases dominantes de la sociedad clásica. Escritores, políticos, senadores, generales…, todos estaban formados en esta ciencia y arte de la palabra.
Por todo ello, antes de ponerte delante de tu audiencia, siéntate a escribir e intenta conciliar lo que quieres decir con lo que el auditorio espera de ti. En eso consiste el decorum, en decir las cosas sencillas con sencillez, las cosas elevadas con fuerza y las cosas intermedias con tono medio. Después de ensayar, ensayar y ensayar, tienes que abrirte a tu público, conectar con él, transmitirle tu mensaje y escuchar lo que está sintiendo mediante sus mensajes no verbales.
No olvides dirigirte a ellos desde la Pasión, pero siempre dentro de un Orden. Que la Lealtad para con tu público esté aderezada con unas gotas de Imaginación y de Templanza. Que nunca te falte Integridad para generar en ellos Credibilidad. Que la Seducción, la Persuasión y la Emoción formen parte de esa Expresividad que transmitas. Haz de la Congruencia tu principal arma dialéctica y, sobre todo, demuestra con tu mente y con tu cuerpo esa tu Humildad innata.
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