Su Alteza Real ya es Su Majestad el Rey. Desde el día 17 de junio, día en que el rey Don Juan Carlos I anunciaba su decisión de abdicar el trono en su hijo, todas las expectativas estaban puestas en ese primer discurso que Don Felipe pronunciaría como Rey. Era la hora de recoger el guante de su padre y abrir un nuevo capítulo de la historia de España.
Juntos, Don Juan Carlos y Doña Sofía, han forjado “esos valores de libertad, de responsabilidad, de solidaridad y tolerancia” de este nuevo rey que deberá poner todo su trabajo y esfuerzo en sosegar pasiones y templar iras y tensiones. Consciente del legado recibido, Felipe VI aboga por una España democrática y unida, que no uniforme, en la que convivan todos los sentimientos y las sensibilidades, “todas las formas de sentirse español”. Muchos han sido los sustantivos esperanzadores que el Rey ha puesto de manifiesto: civismo, tolerancia, honestidad, rigor, sinceridad, amistad, hermandad, fraternidad, respeto, lealtad, integridad… Todos y cada uno de ellos no hacen sino reafirmar su compromiso con España y con su Monarquía parlamentaria. Una España renovada, acorde con los tiempos, nacida bajo el signo del cambio, de la transformación, de la tecnología, la ciencia y la investigación. Una renovación que también hemos podido ver estos días en gestos, miradas, forma de vestir... En definitiva, en el comportamiento de los actuales reyes, lejos de las normas protocolarias establecidas hasta ahora.
Como todos los niños, Don Felipe se ha hecho mayor y en todo este tiempo ha calado hondo y ha sabido ganarse el respeto de todos los ciudadanos. A partir de ahora, será nuestro árbitro y juez, motor dentro de España y embajador fuera. Públicamente, pongo de manifiesto mi confianza en la Casa Real, en nuestra Monarquía, representada ahora bajo las figuras del rey Don Felipe y de la reina Doña Letizia, a quienes declaro mi más sincero respeto y admiración.
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