Publicado en co-autoría con el Dr. Ángel Fco. Villarejo (@currovillarejo ) en su blog Marketing & University.
En una campaña electoral el componente estratégico más importante es, sin duda el mensaje. Todo lo que se dice con palabras o sin ellas, con argumentos o con imágenes, todo se convierte en el corazón de la oferta política y es, en definitiva, lo que el elector tiene en cuenta a la hora de definir su voto. O tal vez no.
Actualmente nos encontramos en un escenario político en proceso de transformación. La aparición de nuevos partidos (Podemos) y el renacer de otros no tan nuevos (Ciudadanos) ha provocado un cambio en el panorama político del país. Partidos que han sabido captar el sentir de la sociedad y que han construido mensajes que, aparentemente, parecen evidenciar ese interés por el ciudadano. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando el mensaje original de estos nuevos partidos, ese mensaje que les ha otorgado el afecto y la confianza del electorado, se desvirtúa? ¿Qué ocurre cuando, al más puro estilo maquiavélico, hacen que el fin justifique los medios? ¿Qué ocurre cuando ese mensaje convincente y persuasivo ya no es diferenciador? Pues casi con total seguridad el candidato y su partido perderán la razón de ser, esa razón válida e inequívoca que un día les hizo pasar del populismo a la popularidad.
Analicemos esto desde la perspectiva del marketing político, tan necesario como vital para conseguir auparse con éxito en unas elecciones. En el marketing prevalece la concepción de la orientación al mercado, esto es, analizar en profundidad y previo al diseño de tu oferta política, tanto las necesidades de los electores como las propuestas de los competidores y otros factores del entorno (cambios sociales, situación económica, malestar social,…). Supongamos que algunas de las nuevas o revitalizadas opciones políticas que han alcanzado unos resultados muy aceptables en las elecciones autonómicas andaluzas han partido de estas premisas y han basado su propuesta de valor en romper con lo establecido, ser una promesa de regeneración política y aire fresco (y más puro) para derrotar al bipartidismo imperante.
¿Será, pues, una ruptura con los cánones políticos establecidos? ¿Estaremos realmente presenciando una nueva forma de hacer política o, por el contrario, seguiremos viendo empujones, codazos y traspiés por conseguir la poltrona del poder? La política es tan antigua como la existencia del ser humano y no es muy recomendable impresionar y actuar por impulsos. Es hora de dar la cara a los ciudadanos, sin dobleces ni mentiras. No más políticos ni más política poco serios. No más mensajes efímeros y fugaces, carentes de sentido y sensibilidad, que lo único que conseguirán será incrementar el desánimo y la desafección de la ciudadanía hacia la política. Sea cual fuere el resultado de los próximos comicios, lo cierto es que todos los partidos, los nuevos y los que no lo son tanto, deben aprovechar estos meses para corroborar la veracidad de sus propuestas, la solidez de sus argumentos, la perseverancia de sus mensajes y el nivel de compromiso adquirido con la ciudadanía. En términos de marketing, deben consolidar su propuesta de valor y garantizar la estabilidad de la relación satisfactoria con su electorado. Para ello, no deben caer en la tentación de pensar que una vez lograda la venta (el voto) la relación con el cliente (votante) queda finalizada, sino considerar que no es más que el inicio de una beneficiosa relación a largo plazo.

