Quien me conozca bien sabrá que, si hay algo en esta vida que me guste, es el sol, así que decidí nacer una mañana soleada y calurosa de un 8 de junio en Villanueva de la Serena (Badajoz). Me doctoré en Filología Clásica en la Universidad de Extremadura (Cáceres) y durante más de 10 años ejercí como docente e investigadora. El contacto con los alumnos me apasionaba, pero necesitaba nuevas experiencias; necesitaba respirar y salir del mundo universitario.
Y esas nuevas experiencias comenzaron con el nacimiento de mis trillizos el 11 de septiembre de 2001. ¡Sí, de 2001! Dos Torres caían y tres encantadores seres llenaban de felicidad nuestra casa. Con ellos comenzó ese cambio que a día de hoy continúa latente. Cambios personales y profesionales, de idas y venidas, de carreras, de noches sin dormir y de trabajar a deshoras. Cual ratoncito de biblioteca, sacaba horas para preparar clases, artículos, reseñas, ponencias… cuando el tiempo me lo permitía: entre biberón y biberón, en la consulta del pediatra, en el parque, en el coche a la salida del colegio…
La Universidad corría de manera paralela a mí y fue entonces cuando mi mente y mi cuerpo me pidieron comprobar que había mucho más que acreditaciones, publicaciones, trienios, quinquenios, cátedras…. Así que cargué la mochila de libros y familia y trasladamos nuestra residencia a Valladolid. Allí, como asesora de la directora general de Telecomunicación en la Junta de Castilla y León, conocí el mundo de la administración, de la política y de los políticos. Y reconozco que me apasiona. Me instalé de nuevo en mi tierra y me dediqué a trabajar por y para la comunicación, para crear mensajes y discursos persuasivos que lleguen al auditorio, que consigan el efecto deseado. Desde el ámbito político hasta el empresarial, trabajo para que las palabras lleguen a la mente y al corazón del receptor.
Y mientras, los trillizos creciendo…
